lunes, 7 de mayo de 2012

James Lovelock

MADRID.- El científico James Lovelock se muestra en una entrevista concedida a EL MUNDO aterrorizado por el grave riesgo de autodestrucción al que se enfrenta la Humanidad. El padre de 'Gaia' defiende la energía nuclear como la única terapia que puede salvar nuestra civilización.

Pregunta.-¿La venganza de la Tierra es imparable?
Respuesta.- Estoy convencido que se acerca el fin de la civilización y del mundo tal y como la conocemos. La Tierra seguirá viviendo tranquila, sin duda, pero la población humana va a ser reducida a un 10% o 20% de que es ahora mismo. Esto es muy serio. Mi libro -'La venganza de la Tierra' (ed. Planeta)- se limita a explicar los hechos que se caban de publicar en el informe IPCC, en un lenguaje que el hombre de la calle puede comprender.
P.- En su libro, también se atreve a romper con la ortodoxia verde y defender la energía nuclear como tratamiento paliativo contra el cambio climático. ¿Por qué?
R.- Somos fundamentalmete una civilización urbana, y debemos hacer todo lo posible para mantener todas las ciudades que puedan sobrevivir a las consecuencias del cambio climático. Es como cuando cayó el Imperio Romano y los monasterios mantuvieron viva la sabiduría de aquella vieja civilización.
En un mundo arrasado por el calentamiento global, las pocas ciudades que sigan existiendo tendrán que desempeñar ese mismo papel para que nuestra civilización no entre en una nueva Edad Media gobernada por señores de la guerra, y todo el planeta sea como la Afganistán actual.
Ahora bien, una gran ciudad sólo puede mantenerse si tiene un suministro fiable y constante de electricidad. Entonces, ¿qué es lo que nos queda aparte de la energía nuclear? Ni el sol ni el viento pueden garantizarnos un suministro constante. Yo nunca he sido un defensor fanático de la opción nuclear, pero considero que es fiable, segura, económicamente viable, y eficaz.
P.- Sin embargo, el fantasma de Chernóbil siempre resurge...
R.- Pero es que se trata precisamente de eso: ¡un fantasma! El peligro de un accidente tiene más o menos la misma credibilidad que los cuentos que se contaban en el siglo XIX sobre los hombres lobo.
P.- Pero ese accidente ocurrió y murieron muchas personas...
R.- Sin duda fue un accidente lamentable, pero el número de muertes que se le atribuyen se ha inflado de una forma absurda. Es cierto que aproximadamente 75 bomberos y trabajadores valientes murieron en Chernóbil, pero ésa es una cifra relativamente pequeña para un accidente industrial.
Un desastre en una mina de carbón puede producir ese mismo número de víctimas cualquier día. Pero todo eso de que millones de personas morirían por exposición a la radiactividad es mentira. ¿Dónde están las tumbas de todos esos supuestos muertos, 20 años después?
P.- Por atreverse a decir cosas como ésta, los ecologistas, para los que usted ha sido un venerado ídolo, le consideran un pérfido traidor. ¿Cómo se siente al escuchar este tipo de acusaciones?
R.- Me entristece profundamente. Todos los que pertenecemos al movimiento verde, y yo desde luego me siento parte de esa lucha, somos humanos y podemos cometer errores de forma involuntaria. Para mí, son ellos los que realmente se equivocan y, sin darse cuenta, han traicionado al movimiento verde.
P.- En definitiva, si queremos mantener nuestro nivel de vida, para usted no hay alternativa a la energía nuclear.
R.- Es la única opción viable para salvar a la civilización humana del cambio climático. Le puedo asegurar que no se puede mantener el suministro de energía para una ciudad como Madrid con molinos eólicos. ¿Qué pasaría en los periodos sin viento? Creo que los verdes no se han planteado en serio las consecuencias prácticas de su postura.

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